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Al llegar a Candeleda, un pequeño municipio en la provincia de Ávila, te sientes transportado a un mundo donde la naturaleza y la historia se entrelazan de manera mágica. Este rincón del planeta, ubicado en el corazón del Parque Deportivo Natural "Candeleda-Gredos", es un paraíso tanto para los amantes de la aventura como para quienes buscan la tranquilidad en el contacto con la naturaleza. Con sus paisajes que parecen sacados de un cuento, sus montañas majestuosas y sus valles verdes, Candeleda se convierte en un refugio para aquellos que anhelan escapar del bullicio de la vida urbana. Cada rincón de este municipio tiene algo que contar, una historia que evocar, y al caminar por sus calles, es imposible no sentir la energía vibrante de un lugar que ha sabido conservar su esencia a lo largo del tiempo. La bienvenida que ofrece Candeleda es cálida y auténtica, como la de sus gentes, que llevan en su corazón un profundo amor por su tierra.
Desde su creación, el Parque Deportivo Natural "Candeleda-Gredos" ha abierto un abanico de posibilidades deportivas para los turistas durante todo el año. Imagina caminar por senderos rodeados de vegetación exuberante, donde la transición de la penillanura del río Tiétar a las impresionantes cumbres del macizo de Gredos ofrece un espectáculo visual que quita el aliento. El aire fresco y puro invita a la práctica de deportes al aire libre, desde el senderismo hasta el ciclismo, cada actividad se convierte en una oportunidad para conectar con la belleza de la naturaleza que rodea este lugar. La abundancia de lluvias en esta zona, un regalo de la naturaleza, crea un paisaje fértil ideal para la agricultura y la ganadería, donde los habitantes locales han sabido aprovechar cada rincón, cultivando productos frescos que se integran en la gastronomía local. La cultura de Candeleda es rica y variada, con tradiciones que se transmiten de generación en generación, un legado que sus gentes defienden con orgullo.
En el corazón de la localidad, la Plaza del Castillo, que se alza sobre los cimientos de la antigua fortaleza de los condes de Ledesma, nos ofrece un homenaje singular: una majestuosa estatua de bronce que representa a la capra hispánica de Gredos. Este monumento no solo es un símbolo de la riqueza natural de la región, sino también un recordatorio del esfuerzo de sus gentes para conservar esta especie desde principios del siglo XX. Las historias de aquellos tiempos resuenan en el aire, y se siente la pasión con la que la comunidad luchó por proteger a esta especie emblemática. En un pasado no tan lejano, montes enteros fueron cedidos para crear el Coto Real de Gredos, una decisión que marcó el rumbo de la conservación en el área y que hoy permite a los visitantes admirar la belleza de la capra hispánica en su hábitat natural. La plaza se convierte en un punto de encuentro para los candeledanos, un lugar donde la tradición se encuentra con la modernidad, donde las risas de los niños juegan entre las piedras antiguas y los relatos de los mayores se entrelazan con la vida cotidiana.
El espíritu candeledano se manifiesta vibrante durante las festividades de San Blas, el patrón del municipio, un momento del año en el que la comunidad se une en una celebración llena de fervor y alegría. La ermita dedicada a este santo, ubicada en la Cañada, es el refugio de tradiciones ancestrales que han perdurado en el tiempo, un lugar donde la fe y la cultura se entrelazan. Se dice que en su interior reposan los restos de un monje cisterciense, y cada año, el bullicio de los fieles llena el aire con una alegría contagiosa. Las procesiones, las danzas y las tradiciones culinarias que acompañan a esta festividad reflejan la rica cultura de Candeleda y su fuerte vínculo con sus raíces. Cuando llega el verano, el embalse de Rosarito se convierte en el epicentro de actividades acuáticas y diversión, un lugar donde las familias se reúnen para disfrutar del sol y la naturaleza. Sin embargo, si decides visitar Candeleda en invierno, como nosotros, la experiencia es igualmente enriquecedora. Durante nuestra visita en febrero, el embalse se transformó en un santuario para aves migratorias. Observamos cormoranes zambulléndose en el agua, y la fascinación por su destreza y gracia fue solo una de las sorpresas que Candeleda tiene reservadas para sus visitantes. Las aves parecen danzar en el aire, un espectáculo que hipnotiza y conecta a cada persona con la belleza de la vida salvaje.
A pocos kilómetros de Candeleda, en Poyales del Hoyo, encontramos el encantador Museo de las Abejas. Regido por una familia apasionada por la apicultura, el museo nos ofreció una visión entrañable del mundo de estos seres laboriosos, cuya labor es fundamental para la vida en nuestro planeta. La conexión que se establece en este lugar te hará apreciar cada gota de miel que pruebes en el futuro, recordando la dedicación de esta familia y el trabajo incansable de las abejas que polinizan nuestras flores y cultivos. A medida que avanzas por el museo, te maravillas con la organización casi perfecta de estos pequeños seres, que trabajan en un sistema social increíblemente eficiente. Esta experiencia no solo enriquece nuestro conocimiento, sino que también deja una huella en nuestros corazones, recordándonos la importancia de cuidar y proteger a estas criaturas que son esenciales para la vida en la Tierra.
Candeleda no solo es un deleite para los sentidos, sino también un viaje a través de la historia. Sobre el río Garganta de Santa María, el Puente Viejo, aunque de construcción moderna, evoca la conexión entre el pasado y el presente. Sus arcos de piedra nos llevan a momentos históricos, a una época donde este puente era un cruce vital para los habitantes de la zona. Siguiendo el río hacia el norte, se pueden encontrar las piscinas naturales que, aunque afectadas por la sequía de 2017, prometen ser un lugar de disfrute y relajación cuando las aguas fluyen con fuerza. En un día caluroso, imagina zambullirte en esas aguas cristalinas, rodeado de la belleza natural que solo Candeleda puede ofrecer. La sensación de frescura y la conexión con la naturaleza son experiencias que atesorarás, un momento de paz en un mundo a menudo agitado.
No podemos dejar de mencionar el Santuario de Nuestra Señora de Chilla, situado a solo diez minutos hacia el noroeste, un lugar que se alza con gracia sobre el paisaje circundante. Este lugar sagrado, donde se dice que la Virgen se apareció a un pastor, es un destino que vale la pena visitar solo por las vistas que ofrece. Al acercarte al santuario, sientes una mezcla de reverencia y admiración por la belleza del entorno. La procesión de la Virgen durante su romería en septiembre llena el aire de fervor y devoción, uniendo a los candeledanos en una celebración que trasciende el tiempo. El aroma de las flores silvestres y el murmullo de las oraciones resuenan en el viento, creando una atmósfera de serenidad que invita a la reflexión y al agradecimiento. En la parte de atrás de la iglesia, un sendero sencillo pero hermoso se adentra en la naturaleza, ofreciendo la oportunidad de explorar aún más las maravillas de esta tierra.
Para los entusiastas del golf, el Club de Golf Candeleda, diseñado por el campeón español Manuel Piñero, se encuentra en el bello Valle del Tiétar, destacando por su clima privilegiado. Sus impresionantes vistas y el diseño del campo hacen que cada partida se convierta en una experiencia memorable, donde el verde de los fairways contrasta con el azul del cielo y las montañas de fondo. Imagina un día soleado, el sonido del driver al impactar la bola, y la emoción de cada hoyo. Es un espacio donde la naturaleza y el deporte se fusionan, creando una atmósfera de relajación y disfrute. Los visitantes encuentran aquí no solo un campo de golf, sino un lugar para desconectar, para compartir risas y anécdotas mientras disfrutan del aire fresco y de la compañía de amigos y seres queridos.
Por último, el Castro de El Raso, uno de los yacimientos vettones más significativos de la península, nos invita a un viaje a través del tiempo. Las excavaciones arqueológicas han desenterrado parte de sus viviendas, revelando los secretos de una civilización que una vez habitó estas tierras. Caminar entre las ruinas es como viajar a otro tiempo, y cada piedra parece contar una historia, susurrando a los curiosos que se aventuran a explorarlas. La historia de Candeleda se siente viva en este lugar, y la conexión con el pasado se hace palpable. La emoción de descubrir vestigios de una cultura antigua añade una capa adicional de profundidad a la experiencia de visitar este municipio. Las leyendas de sus habitantes y sus costumbres se entrelazan con la historia, y el deseo de comprender cómo vivían estas comunidades nos lleva a apreciar aún más el legado cultural de esta región.
Candeleda es un lugar que no solo se experimenta con los sentidos, sino también con el corazón. Cada rincón, cada persona, cada historia te envuelve y deja una huella imborrable en el alma. Este municipio, donde la historia y la naturaleza se dan la mano, invita a cada visitante a descubrir su esencia y a llevarse consigo recuerdos que perdurarán para siempre. La experiencia de Candeleda es un viaje que trasciende el espacio y el tiempo, donde cada paso se convierte en un momento de reflexión, conexión y celebración de la vida.
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